9 de octubre de 2021

No hay dudas de que la COVID-19 ha supuesto un terremoto para la vida diaria de todos nosotros y para la forma en la que funcionamos como sociedad global. Hemos batallado, tanto individual como colectivamente, para comprender el virus que ha dado un vuelco a nuestro mundo, para poner orden al sinf¨ªn de informaci¨®n (y desinformaci¨®n) que ha ido guiando nuestra respuesta, para calibrar su riesgo para nuestras familias y comunidades, y para desarrollar estrategias para hacer frente a nuevas demandas, miedos y dilemas.

Los m¨¢s optimistas de entre nosotros esperan que lo peor de la pandemia ya haya pasado. En Estados Unidos, la mayor¨ªa de los ni?os ha vuelto a las aulas, la mayor parte de nosotros hemos vuelto a nuestros puestos de trabajo y la vida ha recobrado al menos una parte de la cadencia que ten¨ªa antes de 2020. Pero la COVID-19, que ha dirigido nuestras vidas durante m¨¢s de un a?o y medio, est¨¢ exacerbando otra insidiosa pandemia: la de la salud mental.

Los problemas de salud mental no son algo nuevo, pero la pandemia de COVID-19 ha acentuado la profundidad y la amplitud de la crisis a que nos enfrentamos. En 2019, antes de la pandemia, , en la mayor¨ªa de los casos depresi¨®n o ansiedad, y se esperaba que la mitad de los estadounidenses padeciera un problema de salud mental a lo largo de su vida.1 En la actualidad, estas cifras son radicalmente m¨¢s elevadas, pues algunos estudios indican que

No resulta sorprendente, teniendo en cuenta c¨®mo la COVID-19 sigue sembrando el caos en nuestra ?nueva normalidad? y deja un creciente rastro de devastaci¨®n y dolor en todo el mundo. . Es probable que no se hayan documentado millones de casos. Sabemos que estas cifras van a seguir aumentado, aunque, esperemos, con suerte y vigilancia, que lo hagan a un ritmo m¨¢s lento.

Los efectos de esta crisis extrema de la salud p¨²blica, de la mano de la conmoci¨®n econ¨®mica y social que ha acarreado, resonar¨¢n durante d¨¦cadas, si no durante una generaci¨®n. Como padre y psic¨®logo, suelo pensar en el impacto de esta pandemia sobre los ni?os de todo el mundo. La mayor¨ªa de ni?os y ni?as se vieron obligados a cambiar sus experiencias en la escuela por clases a distancia desde casa, perdi¨¦ndose as¨ª la parte socioemocional del aprendizaje, que resulta fundamental para el desarrollo de ni?os y adolescentes sanos. Todos nosotros seguiremos llevando nuestro duelo por lo que hemos perdido durante este tiempo: trabajos, negocios o medios de subsistencia, un valioso tiempo que no pasamos con los nuestros, y lo m¨¢s importante de todo, miembros queridos de nuestras familias y comunidades que nos han sido arrebatados demasiado pronto.

Pero la COVID-19 no solo ha aumentado la prevalencia de los problemas de salud mental, tambi¨¦n ha generado un impulso positivo en nuestro entorno a la concienciaci¨®n sobre estas cuestiones y una mayor accesibilidad a la ayuda y los servicios esenciales que necesitan los afectados por estas enfermedades.

Ante todo, los efectos generalizados de la COVID-19 han resultado en un di¨¢logo m¨¢s abierto en torno a la salud mental y un mayor conocimiento de estos problemas como nunca antes hab¨ªa ocurrido. La mayor¨ªa de nosotros conocemos a alguien que sufre de un aumento del estr¨¦s, la ansiedad u otros problemas psicol¨®gicos como consecuencia de la pandemia que le ha llevado a buscar ayuda en familia, amigos y compa?eros, as¨ª como tratamiento y servicios de profesionales de la salud mental.

La pandemia ha impulsado los esfuerzos de muchos a?os del sector de los profesionales de la salud mental y f¨ªsica por desestigmatizar las enfermedades de salud mental y normalizar la b¨²squeda de ayuda por este tipo de problemas. No hay salud sin salud mental y debemos tratar el bienestar f¨ªsico y el mental en igual medida. Estamos siendo testigos en diversas comunidades y sectores de conversaciones m¨¢s abiertas en torno a los sentimientos de la gente, los desaf¨ªos a que se enfrentan y los tipos de recursos que utilizan para gestionar estas preocupaciones. La percepci¨®n p¨²blica de las enfermedades mentales se est¨¢ suavizando y cada vez se escucha m¨¢s hablar sobre el tema, de manera m¨¢s abierta e inclusiva, en particular entre gente joven.

La COVID-19 tambi¨¦n ha hecho imposible que ignoremos las disparidades raciales en la forma en que las personas de raza negra viven los problemas de salud mental y su capacidad de recurrir a servicios. La crisis ha evidenciado que en las sociedades occidentales, estas personas tienen menos acceso a atenci¨®n psicol¨®gica y m¨¦dica y es menos probable que la busquen. Como sociedad, debemos reexaminar la manera en la que se estructuran las opciones de atenci¨®n sanitaria con el fin de fomentar un acceso inclusivo e igualitario para todas las comunidades. No solo son necesarios de manera general m¨¢s terapeutas y profesionales de la salud mental, sino que tambi¨¦n se necesitan m¨¢s expertos de diferentes ¨¢mbitos que puedan empatizar mejor con las personas que sufren experiencias similares y apoyarlas.

Todos nosotros tenemos un papel que desempe?ar para facilitar este cambio en nuestro sistema de atenci¨®n a la salud mental. Como presidente de una importante universidad de psicolog¨ªa, ciencias de la salud y del comportamiento y enfermer¨ªa, estoy implacablemente centrado en reclutar y formar a estudiantes que reflejen las diversas identidades de sus comunidades, creando as¨ª un canal de diferentes profesionales que puedan mejorar en esencia la salud y el bienestar de las pr¨®ximas generaciones.

La pandemia de COVID-19 tambi¨¦n ha acelerado de manera dr¨¢stica el aumento de las opciones de terapia en l¨ªnea, lo que ayuda a que se ampl¨ªe el acceso a los servicios. A una velocidad impresionante, todo nuestro sector pas¨® de atender de manera presencial a hacerlo de manera telem¨¢tica a principios de 2020. Esta inmediata prueba de presi¨®n empuj¨® la creciente innovaci¨®n en terapia virtual al l¨ªmite: hemos presenciado exitosas interacciones entre pacientes y profesionales, una mejora de la calidad de las plataformas y servicios disponibles y un aumento en la inversi¨®n en nuevas tecnolog¨ªas. Mientras muchos est¨¢n volviendo a las interacciones y la atenci¨®n sanitaria en persona, las consultas telem¨¢ticas seguir¨¢n siendo un importante medio de ampliaci¨®n del acceso a nuevos grupos de personas que recurren a ayuda.

Por ¨²ltimo, a medida que vamos saliendo de lo peor de la pandemia y volvemos a trabajar, vamos viendo un importante cambio en la forma en que la salud mental se integra en las conversaciones de nuestro lugar de trabajo. La crisis de COVID-19 oblig¨® a muchas empresas a asumir un papel m¨¢s activo en la promoci¨®n de la salud mental entre sus empleados. Personalmente, me siento motivado cuando pienso en el n¨²mero de directivos con los que he hablado que muestran inter¨¦s por fomentar los conocimientos y la creaci¨®n de capacidades dentro de sus empresas para tratar la salud mental de sus empleados en el lugar de trabajo. Por ejemplo, muchos est¨¢n invirtiendo en formaci¨®n para asegurar que los supervisores son capaces de reconocer indicadores de trastornos mentales y de apoyar mejor a sus empleados al hacer frente a estos problemas en el entorno laboral.

A medida que seguimos haci¨¦ndonos camino entre las ambig¨¹edades y los efectos de la pandemia de COVID-19, debemos seguir comprometidos con la concienciaci¨®n en materia de salud mental y seguir adelante con innovaciones que hagan frente a los problemas a que nos enfrentamos como individuos y como miembros de una sociedad global. Debemos seguir ampliando el acceso a los servicios esenciales que pueden empoderar a las personas para gestionar la crisis actual y enfrentarse a los retos que nos depare el futuro. Ahora depende de cada uno de nosotros que las conversaciones y el progreso contin¨²en.

Nota:

1Ronald C Kessler y otros, ?Lifetime prevalence and age-of-onset distributions of DSM-IV disorders in the national comorbidity survey replication?, Archive of General Psychiatry, vol. 62, n¨²m. 6 (junio de 2005), p¨¢g. 600.

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