Empec¨¦ a tomar conciencia de lo que significa la discapacidad a principios de la d¨¦cada de 1990, cuando trabajaba como maestra en un peque?o barrio de Beirut (L¨ªbano). A medida que mis alumnos me demostraban las capacidades ¨²nicas que cada uno de ellos pose¨ªa, me daba cuenta de que nuestro sistema educativo carec¨ªa de las pol¨ªticas, los recursos y la capacitaci¨®n profesional necesarios para hacer frente a los obst¨¢culos que impiden una docencia exitosa e inclusiva en el aula. Esto fue lo que prendi¨® la llama de mi inter¨¦s y pasi¨®n por la investigaci¨®n sobre la educaci¨®n especial.

Hace casi diez a?os, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprob¨® la Convenci¨®n sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su Protocolo Facultativo, que fueron ratificados el 3 de mayo de 2008. La aprobaci¨®n de la Convenci¨®n lleg¨® tras decenios de trabajo de las Naciones Unidas por cambiar las actitudes y los enfoques hacia las personas con discapacidad. El objetivo del movimiento era fijar la percepci¨®n p¨²blica de las personas con discapacidad como individuos que pueden reclamar sus derechos, seguir siendo miembros activos de la sociedad y tomar decisiones libres e informadas sobre sus vidas. La Convenci¨®n reafirma que las personas con todo tipo de discapacidades deben disfrutar de todos los derechos humanos y libertades fundamentales. Adem¨¢s, garantiza que las personas con discapacidad puedan ejercer efectivamente sus derechos, y se?ala los ¨¢mbitos donde estos derechos se han violado y donde es necesario reforzar la protecci¨®n.

Desde que comenz¨® el movimiento en favor de los derechos de las personas con discapacidad en los Estados Unidos en la d¨¦cada de 1960, la sociedad estadounidense ha hecho especial incidencia en separar el concepto de discapacidad del de inferioridad (Blacher y Baker, 2007). Este movimiento oblig¨® al Gobierno a prohibir la segregaci¨®n educativa, social y laboral de los ciudadanos con discapacidad (Hastings y otros, 2005). Como la sociedad est¨¢ cada vez m¨¢s sensibilizada gracias a la acci¨®n llevada a cabo por el movimiento en favor de los derechos de las personas con discapacidad, el Gobierno de los Estados Unidos ha adoptado medidas para transformar las vidas de las personas con discapacidad, as¨ª como para cambiar las percepciones y creencias de la sociedad en relaci¨®n con este sector de la poblaci¨®n (Hastings y otros, 2005).

La primera ley que trat¨® la discapacidad como un derecho civil y no como un problema m¨¦dico fue la Ley de Rehabilitaci¨®n de 1973. Antes de eso, se pensaba que la discapacidad era una condici¨®n m¨¦dica que deb¨ªa curarse para conseguir una participaci¨®n plena en la sociedad. A ra¨ªz de la Ley de Rehabilitaci¨®n de 1973, las empresas receptoras de fondos del Gobierno federal estaban obligadas a aplicar el principio de no discriminaci¨®n por motivos de discapacidad. Esa ley en realidad no resolvi¨® los problemas que dificultaban el empleo de personas con discapacidad o interfer¨ªan en su participaci¨®n en la fuerza laboral, pero s¨ª ofreci¨® una nueva forma de ver la discapacidad. Esto a su vez condujo a la elaboraci¨®n de la Ley de Estadounidenses con Discapacidad de 1990 (ADA), que se inspir¨® en la Ley de Derechos Civiles de 1964 y se modific¨® en 2008. La ADA defin¨ªa la discapacidad como una desventaja f¨ªsica o mental que limita sustancialmente una o m¨¢s de las principales actividades de la vida (ADA, 104 Disp. 330).

Prevalencia

Seg¨²n la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense que realiza anualmente la Oficina de Censos de los Estados Unidos, el porcentaje global de personas con discapacidad en el pa¨ªs en 2015 era del 12,6%. En 2011, el Informe mundial sobre la discapacidad revel¨® que m¨¢s de mil millones de personas, en torno al 15% de la poblaci¨®n mundial, ten¨ªan alg¨²n tipo de discapacidad (Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) y Banco Mundial, 2011). Estos informes indican que la prevalencia de discapacidad en los pa¨ªses var¨ªa seg¨²n los ingresos, la edad y el sexo. Los pa¨ªses de ingresos bajos y medianos, por ejemplo, tienen una mayor prevalencia de discapacidad en comparaci¨®n con los pa¨ªses de ingresos altos. Los adultos de 65 a?os en adelante tienen m¨¢s probabilidades de presentar discapacidad que las personas en edad de trabajar, y las mujeres tienen un mayor riesgo de discapacidad que los hombres.

La OMS prev¨¦ un aumento de la prevalencia de la discapacidad debido al envejecimiento de la poblaci¨®n y al mayor riesgo de discapacidad en las personas mayores, as¨ª como al aumento global de enfermedades cr¨®nicas como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el c¨¢ncer y los trastornos mentales.

Aunque la discapacidad es bastante com¨²n, es dif¨ªcil obtener una estimaci¨®n exacta del n¨²mero de personas con discapacidad, ya que existen diferencias culturales en la forma en que los pa¨ªses definen, perciben y miden la discapacidad. Se necesitan conocimientos sobre la complejidad de este grupo heterog¨¦neo de individuos que tienen poco en com¨²n m¨¢s all¨¢ de presentar alguna discapacidad. Esto plantea un desaf¨ªo te¨®rico, ya que las diversas percepciones de la discapacidad pueden afectar a la divulgaci¨®n del tipo de discapacidad. Los temores de las familias al estigma y el aislamiento inciden asimismo en las tasas. Adem¨¢s, la estimaci¨®n de la prevalencia var¨ªa de un pa¨ªs a otro. En los pa¨ªses de bajos ingresos a menudo se registra una muy baja prevalencia de la discapacidad debido a los limitados recursos y al empleo de determinadas metodolog¨ªas. Algunas de sus percepciones culturales plantean un da?o potencial a las personas con discapacidad, que se consideran a s¨ª mismas menos valiosas para la sociedad y tienen una autopercepci¨®n de ciudadanos de inferior categor¨ªa destinados a librar una batalla insuperable para hacerse un lugar adecuado dentro de las comunidades (Blacher y Baker, 2007).

Barreras

Al volver la vista y contemplar el movimiento por los derechos civiles, la Ley de Estadounidenses con Discapacidad, la Convenci¨®n de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y muchos casos y leyes del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, parece evidente que s¨ª hemos conseguido avanzar en la materia.? El mundo es ahora un lugar mejor para las personas con discapacidad. El movimiento por los derechos civiles intent¨® unificar y crear una sociedad cohesionada en la que todos pudieran tener las mismas oportunidades y no sufrir discriminaci¨®n. Sin embargo, resulta dif¨ªcil comparar la lucha por los derechos civiles con la de los movimientos en favor de las personas con discapacidad. Una persona ciega, con discapacidad auditiva o con alg¨²n otro tipo de discapacidad f¨ªsica tendr¨¢ que superar barreras considerables para integrarse en la sociedad en general y lograr acomodarse en ella.??

Las personas con discapacidad enfrentan obst¨¢culos todos y cada uno de los d¨ªas. Para la OMS, las barreras son ¡°factores en el entorno de una persona que, con su ausencia o presencia, limitan el funcionamiento y crean discapacidad; por ejemplo, ambientes f¨ªsicos inaccesibles, falta de ayudas t¨¦cnicas apropiadas y actitudes negativas frente a la discapacidad¡± (OMS y Banco Mundial, 2011, p¨¢g. 340). De acuerdo con las investigaciones, a menudo la barrera m¨¢s dif¨ªcil de superar es la que plantean los estereotipos sobre las personas con discapacidad. Ya sea que procedan de la ignorancia, el miedo, la incomprensi¨®n o el odio, determinadas actitudes y percepciones pueden convertirse en obst¨¢culos que impiden a las personas con discapacidad perseguir sus sue?os y aspiraciones. Las actitudes negativas m¨¢s acuciantes son aquellas que ponen el foco sobre las limitaciones de las personas obviando sus habilidades. Como primer paso, debemos desterrar las bajas expectativas para las personas con discapacidad. Debemos tratarlos como personas inteligentes, talentosas y productivas que tienen tanto para contribuir a la fuerza de trabajo como cualquier otra persona. Cuando le preguntaron a Eleanor Roosevelt c¨®mo consigui¨® su esposo hacer tanto por su pa¨ªs y por el mundo a pesar de su discapacidad, ella dijo: ¡°?No, no, no! Consigui¨® hacer todo eso gracias a su discapacidad¡±. Las actitudes negativas dan como resultado la negaci¨®n a las personas con discapacidad de los derechos humanos y civiles b¨¢sicos que disfruta la comunidad en general (Reiter y Bryen, 2010). La mayor¨ªa de las personas con discapacidad sienten que han sufrido percepciones negativas y se les ha juzgado como diferentes y menos valiosas en alg¨²n momento de sus vidas, debido a una caracter¨ªstica, un rasgo o una elecci¨®n personal irrelevante. La experiencia de la discriminaci¨®n es, de esta manera, verdaderamente universal. Es muy influyente y poderosa no solo para las personas sin discapacidad, sino tambi¨¦n para las personas con discapacidad. Resulta realmente dif¨ªcil tener expectativas elevadas de uno mismo cuando los dem¨¢s apenas creen en ti.

Defensa

Lamentablemente, debido a las barreras y la discriminaci¨®n que a¨²n enfrentan las personas con discapacidad, estas deben recurrir a la autodefensa. El movimiento comenz¨® en Suecia en la d¨¦cada de 1960, cuando un grupo de personas con discapacidad intelectual elabor¨® una lista de requerimientos respecto del modo en que quer¨ªan ser atendidos y lo que esperaban de sus proveedores de servicios. Lo que aquellos pioneros hicieron en aquel entonces result¨® novedoso, pero hoy ya no lo es. La autodefensa ayuda a las personas con discapacidad a comprender sus derechos y responsabilidades, defenderse por s¨ª mismas y tomar decisiones sobre sus propias vidas. Les permite alzar la voz y superar la tiran¨ªa de las bajas expectativas. La autodefensa tiene por fin poner de manifiesto y definir lo que las personas con discapacidad necesitan y merecen. Gracias al movimiento de autodefensa, la calidad de vida de las personas con discapacidad ha mejorado enormemente. La autodefensa contin¨²a como un movimiento internacional de derechos civiles por y para las personas con discapacidades del desarrollo.

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Ha llegado el momento de crear conciencia y abogar por los derechos de las personas con discapacidad, as¨ª como de promover su aceptaci¨®n e inclusi¨®n en todo el mundo a nivel local, regional, nacional e internacional. El movimiento en favor de los derechos de las personas con discapacidad que surgi¨® de los movimientos por los derechos civiles se ha convertido en pol¨ªticas que optan por ¡°la inclusi¨®n en la comunidad y en la educaci¨®n, y las soluciones orientadas al componente m¨¦dico han dado lugar a enfoques m¨¢s interactivos que reconocen que la discapacidad en las personas se origina tanto en los factores ambientales como en el cuerpo¡± (OMS y Banco Mundial, 2011, p¨¢g. 3). Los movimientos pol¨ªticos ayudan a desarrollar la capacidad de organizaci¨®n. Los movimientos de defensa ayudan a crear conciencia sobre los problemas de discapacidad, promueven el desarrollo inclusivo, apoyan el fomento de los derechos y empoderan a las personas con discapacidad ayud¨¢ndolas a representarse a s¨ª mismas, en lugar de que sean otros quienes las representen (Barron y Amerena, 2007). A pesar de todos los cambios y progresos realizados en los ¨²ltimos decenios, todav¨ªa estamos luchando por colocar por delante las habilidades de cada persona. Como sociedad, una vez que aceptamos que las personas tienen capacidades diferentes, es nuestra responsabilidad incluir a todos y encontrar posibles medios de eliminar las barreras. La sociedad es quien debe ayudar a las personas con discapacidad a vivir una vida independiente y plena, y as¨ª es m¨¢s f¨¢cil reconocer y afrontar los desaf¨ªos que experimentan las personas con discapacidad. Hacer de este mundo un lugar mejor es tambi¨¦n una responsabilidad social. Todas las personas con discapacidad tienen derecho a que se les brinde una oportunidad. La ¨²nica manera de cumplir este objetivo es recurrir a la cooperaci¨®n internacional, que tiene por fin respetar la dignidad y promover los derechos de las personas con discapacidad.???? unc

Referencias

Ley de Estadounidenses con Discapacidad de 1990, Ley P¨²blica n¨²m. 101-336, de 26 de julio.

Barron, Tanya y Penelope Amerena (2007). Introduction. In Disability and Inclusive Development, Tanya Barron y Penelope Amerena, eds. Londres, Leonard Cheshire International.

Blacher Jan y Bruce L. Baker (2007). ¡°Positive impact of intellectual disability on families¡±. American Journal on Mental Retardation, vol. 112, n¨²m. 5 (septiembre), p¨¢gs. 330 a 348.

Hastings, Richard P. y otros (2005). ¡°Systems analysis of stress and positive perceptions in mothers and fathers of pre-school children with autism¡±. Journal of Autism and Developmental Disorders, vol. 35, n¨²m. 5 (octubre), 635 a 644.

Reiter, Shunit y Diane N. Bryen (2010). ¡°Attitudinal barriers to rehabilitation¡±. En International Encyclopedia of Rehabilitation, John H. Stone y Maurice Blouin, eds. Nueva York, Center for International Rehabilitation Research Information and Exchange. Disponible en:
.

Resoluci¨®n 61/106 de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Convenci¨®n sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, A/RES/61/106 (13 de diciembre de 2006). Disponible en:

Estados Unidos de Am¨¦rica. Departamento de Comercio, Oficina de Censos. Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense. American FactFinder, tabla S1810. Disponible en: .

Organizaci¨®n Mundial de la Salud y Banco Mundial (2011). Informe mundial sobre la discapacidad. Ginebra. Disponible en: .