La OMS y la comunidad sanitaria global instan a los negociadores de la COP28 a priorizar el impacto del , ya que repercute negativamente en la calidad de vida y contribuye a la propagación de enfermedades infecciosas. Además, los extremos pueden ejercer presión en la infraestructura sanitaria. Se necesitan medidas urgentes de -incluida la transición a fuentes de energía limpia- que protejan la salud humana y generen mejoras sostenibles.